Técnicamente el acero es un material, que se emplea principalmente en el ámbito de la construcción y el transporte, el mismo que nace de la aleación entre hierro y carbono. Este último, en disolución sólida, debe ser inferior al 2,1% sobre el hierro.
Esta aleación de metal (hierro) y metaloide (carbono), puede ser manipulada con facilidad, lo que ofrece altas posibilidades de optimización y mejora. De hecho, ya existen más de 5.000 variantes, que se han ido desarrollando en función de las necesidades concretas del productor y el uso al que se vaya a destinar.
A continuación vamos a explicar todas las ventajas de este componente y alguna curiosidad que certifica que estamos ante un elemento que ya es vital en nuestra existencia. Y que lo será aún más.
La importancia del acero
Su uso es especialmente generalizado en el ámbito de la arquitectura y como material de construcción, porque permite ser soldado y manipulado con facilidad. De hecho, tiene características idílicas para los sectores de actividad mencionados. Entre las ventajas más destacadas encontramos:
- Resistente a la corrosión
- Alta elasticidad y tenacidad.
- Fácil de soldar y forjar.
- Elevado nivel de resistencia. Es manipulable y, a su vez, es un material duro. Este es un punto muy importante, porque permite construir grandes estructuras con amplia ligereza. Todo ello, manteniendo los mencionados niveles en cuanto a elasticidad.
- Es un elemento dúctil. Es decir, permite deformarlo en frío, sin llegar a quebrarse.
- 100% reciclable y degradable. Este último punto le convierte en un elemento fundamental para las necesidades relacionadas con la conservación del medioambiente.
- Otra característica muy valorada del acero es su posibilidad de ser modificado, con el objetivo de potenciar alguna de sus virtudes.
Como hemos explicado, sus principales componentes son el carbono y el hierro. Sin embargo, podemos aplicarle otros tratamientos y compuestos. Tantos que, según datos de la Unión de Empresas Siderúrgicas (UNESID), desde 2010 existen más de 5.000 variaciones de acero. Por lo tanto, estamos ante un producto sobre el que se realizan constantes investigaciones para mejorarlo.
Realizando un símil con el ámbito informático, podríamos afirmar que el acero es como una aplicación de código abierto. Permite mejoras constantes en función del nivel de aleación y la aportación de otros componentes. Esta capacidad nos ofrece datos muy curiosos sobre infraestructuras reconocidas a nivel mundial. Por ejemplo, el famoso Golden Gate fue construido en el año 1937. Para ello se utilizaron 83.000 toneladas de acero. Con los avances y tratamientos que hoy conocemos sobre este material, se podía haber empleado la mitad de la cantidad mencionada para realizar exactamente la misma construcción. Otro dato curioso en esta línea es que el 75% del acero que hoy día está en uso no existía hace veinte años.
El futuro del acero
El futuro de este elemento es prometedor, en muy diversos ámbitos.
Por ejemplo, en el ámbito de la construcción seguirá jugando un papel elemental. Las nuevas generaciones de arquitectos proponen diseños modernos en donde la ligereza y durabilidad de este material basado en hierro resultará fundamental. La segunda tendencia en el sector de la construcción es la búsqueda de estructuras capaces de resistir mejor el efecto de catástrofes naturales, como terremotos, huracanes, etc. De nuevo, las cualidades descritas colocan al acero como la mejor base posible para las edificaciones del futuro.
La industria relacionada con el transporte también dependerá del acero en el futuro. Especialmente por su ligereza, muy valorada para el diseño y fabricación de motores, carrocerías y otros elementos en donde el peso es muy importante.
Por último también hay que destacar su valor como elemento clave en la producción de energías renovables. Este será uno de los puntos fuertes del acero en los próximos años, según los analistas. Habrá más dispositivos basados en el acero, que serán capaces de generar energía a partir de fuentes limpias y respetuosas con el medioambiente. Como por ejemplo el sol, el aire o las olas del mar.